miércoles, 23 de septiembre de 2015

Recuerdos de la UIMP


Hace casi un año volví de Santander, donde había pasado una semana (del 6 al 10 de octubre) en el Curso de Inmersión Lingüística organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP). Estas becas, concedidas por el MECD a todos aquellos que hayan disfrutado de la beca general de estudios universitarios durante el último curso, o para docentes o estudiantes en proceso de formación como profesores, permiten la realización de un curso intensivo de inglés durante una semana en alguna de las sedes de la UIMP en toda España, y cubren la pensión completa en cuanto a alojamiento, manutención y actividades lectivas.

Las modalidades del curso abarcan desde la especialización en inglés para estudiantes de Sociales y Humanidades o para la rama de Salud, hasta actividades para fomentar la agilidad oral. Durante los primeros meses del año, los becarios reciben un aviso mediante email de la primera convocatoria; la segunda se produce a mitad de año. Tras realizar un test online, son calificados siguiendo los niveles del MCER (A, B, o C), y se les da la oportunidad de matricularse en alguna de las sedes disponibles, en cualquier semana del año, siempre y cuando haya plazas suficientes; la matrícula se hará efectiva tras el abono de 100€, y la asignación de sede se realizará teniendo en cuenta el orden de preferencias escogidas y el día de ingreso de las tasas.


A partir de ahí, la aventura. Clases en turno de mañana y tarde con profesorado nativo o bilingüe; descansos de apenas quince minutos entre sesiones lectivas; intermedios con profesores (incluso en las comidas), que exigen al alumno continuar hablando en inglés; actividades por la tarde que van desde tours por la ciudad de destino hasta pequeñas conversaciones "one to one", pasando por juegos o prácticas con exámenes oficiales. No se busca la excelencia gramática: se fomenta la destreza oral, la fluidez en la comunicación. La evaluación final consiste en una exposición oral sobre tema libre, en la que principalmente se evalúa la claridad y el orden en la exposición, antes que el uso impecable de la gramática. Las lecciones buscan crear un ambiente agradable y entretenido, donde se pierda la vergüenza y se obligue a emplear un idioma extraño en circunstancias a veces surrealistas. Corres, gritas, imitas, pintas, juegas. El esfuerzo es enorme; el resultado, impagable.


Y se nota. Y se agradece. Porque, como afirmaba uno de los profesores del segundo curso UIMP que he disfrutado durante la semana pasada en Granada, los de mi generación podemos llevar aproximadamente entre 15-20 años inútiles estudiando inglés. ¿Y nuestro dominio del idioma corresponde a tanto tiempo cursado? En absoluto. No somos casi bilingües. Tenemos acceso a más material en inglés que nuestros padres (internet, cuna de cine y series en VOSE, y letras de canciones, y vídeos de todo tipo), pero heredamos su arcaica educación: limitada, anquilosada en el machaque de la gramática antes que en crear entornos de inmersión total. No fue culpa del profesorado -no en su totalidad- sino de un sistema educativo insuficiente. ¿De qué nos sirvieron las cuatro condicionales perfectamente aprendidas, si luego no éramos capaces de articular un decente "Buenos días"?


Hace un año volví de Santander. Antes de ayer, de Granada. La sensación fue la misma: salir, saber, vivir. Y la gente que conoces, y las chorradas con las que te deshinibes, y todo lo que recibes. En apenas una semana, ganas una experiencia. El nivel certificado es lo de menos: prefiero antes recomendar la oportunidad de poder cursar una de estas actividades. La UIMP lleva diez años de éxitos, y no es por casualidad: en dos ocasiones, he recibido una formación completa por parte de profesionales, y he disfrutado de un ambiente único para estudiantes. Todos estábamos en la misma situación: todos anónimos, todos diferentes. La dinámica del curso, sin embargo, es tan potente e imparable que pronto haces comunidad y confianza, y compartes sensaciones. Y aprendes junto a ellos, de una forma nueva.


En octubre comenzaré el Máster en Formación de Profesores de Español como Lengua Extranjera, por la UNED. Elijo esta institución para poder cursarlo con calma, a distancia, teniendo en cuenta que este año de doctorando irá lleno de novedades. La enseñanza de lenguas es una vía profesional cada vez más atractiva. Pero exige una formación adecuada: creatividad, dinamismo y capacidad de motivación en grupos de trabajo. Necesito saber idiomas que me acerquen a clases plurilingües. Necesito tener ases bajo la manga: conocer juegos y otras actividades que permitan que las lecciones funcionen. Pero necesito, sobre todo, no dejar nunca de ser alumno. Santander fue el primer viaje, el que cambió mi perspectivas; Granada ha sido un lugar de ensueño. Quiero volver más veces a estos cursos, hasta que ya deje de ser becario. Entonces, si alguna vez llego a tener alumnos que deseen aprender español, espero no haber olvidado lo que significaba estar sentado al otro lado, buscando aprender en una ciudad desconocida, y necesitar un pequeño empujón para sentirse agusto y, al fin, romper a hablar.

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